Benarés

Dice Kabir

septiembre 29, 2022 8:25 am Publicado por

Hermano,
en el centro del mundo ya no hay mundo.
En el centro del mundo
cada cosa es su dios,
cada ser es el Ser,
cada nombre es el Nombre.

Hermano,
en el centro del mundo es el Vacío
quien lo gobierna todo.
Un Vacío que borra
el Ganges y las barcas, los palacios,
los búfalos, los templos, las carretas,
las cometas, el humo,
al vendedor de chai,
al sadhu que comenta el Ramayana
ante cuatro discípulos,
los campos de melones
de la orilla de enfrente.
Un Vacío que borra
con un gesto a Kabir y a sus hermanos
y los pone en la pira de la Nada.

Hermano,
no olvides el Olvido que ya somos,
el no-mundo del mundo que habitamos.

 

Susana Marin

 

Hermano,
en esta tela está
tejido el Universo y no lo ves.
Hermano,
en este vaso están todos los Ganges
pasados y futuros
y no los ves.
Hermano,
cuando Kabir se calla en su silencio
cantan los cuatro Vedas
y tú no los escuchas.

Hermano,
en el perro sarnoso Shiva danza,
en la pulga está Kali,
en una sola bosta diez mil Budas
con diez mil Mahaviras
discuten de la esencia sin esencia,
en un grano de arroz
no comido de un plato está Mahoma,
en el remo cansado Cristo da
un sermón a la astilla,
en la cabra que muerde
las flores de la ofrenda Zaratustra

deja sus enseñanzas,
en el ciego que ronca Krishna afina
la flauta de lo eterno.

Susana Marín

Hermano,
mira a tu alrededor:
el Vacío probándose los nombres,
el Nombre devolviéndole a los nombres
la parte de vacío que les toca.

Hermano,
mira a tu alrededor
porque fuera estás tú
(y eres tu propio afuera inalcanzable,
tu más acá sin cielos)
cuando el Yo no está dentro.

Hermano,
ese cuenco de barro está más cerca
de ser el que tú eres que tú mismo,
el puñado de dal sabe de ti
más que tus pensamientos,
la sal conoce lo que sientes mucho
más que tu corazón,
tus sueños no terminan en tu sueño
sino en aquellos saris que el sol seca.

Hermano,
no quieras entenderme
pues todo lo que digo ya lo sabes
y todo lo que sabes no lo puedo
decir o no decir.

Hermano,
no me sigas pues yo no dejo huellas
y las huellas que dejo sin querer
te apartan de tu Yo,
que vuelve a su vacío y te abandona,
y te apartan de mí.
pues no quiero discípulos ladrones
que me den lo que ya
tengo y luego me quiten
lo que no tengo.

Hermano,
hay centro pero no circunferencia
y, sin embargo, tontos,
ignoramos el centro iluminando
cada curva de la circunferencia,
una feria de luces y de risas,
un molino que aplasta lo que Somos,
la noria que nos mueve sin movernos
de nuestra estupidez.

 

Hermanos,
el tamarindo no me escucha
pues sabe más que yo,
el cubo de los desperdicios
no me escucha pues sabe más que yo,
el ratón no me escucha
cuando lame la harina derramada
pues sabe más que yo,
el dulce tintineo
de las pulseras no me escucha pues
sabe que sabe más que yo,
la luz que se refugia de sí misma
a los pies de una estatua
de Nandi no me escucha porque sabe
más que todos nosotros,
Kabir y sus hermanos,
y muchísimo más
que un millón de brahmanes
graznando tan solemnes unos versos
que recita mejor cualquier termita,
la piedra no me escucha porque sabe
todo lo que una piedra necesita
para Ser una piedra.

Hermano,
no escuches lo que digo hasta que escuches
en lo que digo lo que dices,
no escuches lo que digo hasta que sepas

lo que sabe tan bien el tamarindo,
el cubo, ese ratón,
las pulseras, la luz que busca sombras,
la termita, la piedra,
no escuches lo que digo,
hermano tan atento que te sientas
con las piernas cruzadas frente a mí,
hasta que llegue Dios y nos transforme
a los dos en silencio.

Hermano,
hace mucho que he muerto,
pues he nacido muerto y sigo muerto
aunque coma chapatis con verduras
o me emocione viendo cómo sangran
las plumas de los buitres al ocaso
o me duela la espalda
o me entretenga hablando con vosotros
o acepte los gulabs
jamuns que mis hermanos
(puro almíbar su amor
que no sé rechazar)
me dejan reverentes a los pies.

Hermano,
hace mucho que he muerto,
y si os parezco vivo,
alguien que mueve manos

o camina descalzo junto al río
o tose o suda,
es que soy marioneta de la Muerte,
un títere del Centro,
un muñeco de Dios,
alguien con cuyos hilos el Yo juega
para aburrise menos en su Nada.

Hermano,
mi muerte es contagiosa,
soy peor que la peste o la viruela,
soy peor que las guerras.

Hermano,
no te acerques a mí porque mi muerte
le da a tu muerte vida
y la saca de ti
y la pone a matarte hasta que vivas
y la Vida te acepte entre los muertos.

Hermano,
no te puedo ayudar, vete de aquí,
sigue haciendo tus cestas,
ara tu campo, ordeña tu ganado,
vuelve a vender tus okras y tomates,
cuece ladrillos, monta
andamios de bambú, limpia las calles,
modela dioses de yeso y de paja,

pon a punto las cuentas de tu jefe,
haz cuerdas y clavijas de sitar.

Hermano,
regresa a tus ocupaciones,
regresa a tus tareas más urgentes,
regresa a donde estabas
antes de conocerme
y olvídame del todo y en el Todo.

Hermano,
vuelve a tus redes, échalas al Ganges,
olvídate de mí,
pues no quiero ayudarte,
y olvídate de ti
para que el Ganges pueda echar sus redes
y pescarte y llevarte
a Gangotri y aún
más allá de Gangotri,
a tu desnacimiento,
a tu desconcepción,
a tu desposibilidad completa,
al Tú antes del tú pues sólo Él
puede ayudarte
aunque entonces ya no lo necesites.

 

Susana Marin

Hermano,
la Madre nos reclama,

tenemos que escuchar a nuestra Madre,
a la Madre de todos,
la Madre va llamando
a todos por su nombre,
a Kabir y a su hermano,
a todos por el Nombre va llamando
la Madre minuciosa
que quiere desnacernos
uno por uno a todos en el Uno,
la Madre inmaculada
que fluye hacia su origen sin origen,
un río torrencial
que borra las ciudades y los puentes
según pasa por ellos
de camino a la Nada.

Hermano,
en Benarés el Ganges
desdice su corriente y la remonta
aunque nadie lo vea,
en Benarés la lluvia
escala por su cuerda hacia las nubes
aunque nadie lo vea,
en Benarés los árboles
viajan a su semilla
y pronto la abandonan
aunque nadie lo vea,
en Benarés Kabir

se convierte en un niño y luego en polvo
aunque nadie lo vea.

Hermano,
ya se aproxima el fin
que no tuvo principio,
la nada de la Nada de la nada,
el centro sin circunferencia,
la muerte de la Muerte de la muerte.

Hermano,
cuando Kabir se marche
recuerda que no estuvo en este mundo
y que tampoco tú
estás en este mundo.

Hermano,
cuando Kabir se marche
márchate tú con él
montado en la carreta del vacío.
Hermano,
cuando Kabir se marche
no llames al astrologo,
no llames al enterrador,
no llames al que vende
troncos para la pira.

Hermano,
cuando Kabir se marche
déjale en paz y olvida sus palabras.

Hermano,
deja a Kabir en paz con la Palabra
cuando por fin se marche
el que nunca ha venido.

 Jesús Aguado, poeta y traductor del gran místico indio Kabir, escribe este poema como credo, legado espiritual, testamento vital.

Susana Marín es artista, investigadora de la pintura Pahari. Ha vivido largos periodos en India en contacto con los maestros de Himachal Pradesh y Rajasthan.

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Esta entrada fue escrita porCentro María Zambrano

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