Maria José Reyes

Tajabone, la fiesta de la alegría

diciembre 25, 2021 9:11 pm Publicado por

A Josu

Recuerda que María José siempre llevaba tu nombre

 

Tajabone es una canción de Ismaël LôLa letra describe  una fiesta que se realiza en Senegal después del Ramadán.

María José nos invitó el sábado 11 de diciembre del 2021 a su funeral, a su particular Tajabone. Ella quería celebrar su vida, y así lo hicimos, brindando con un buen vino, entre lágrimas.

Para poder llegar a la plenitud de Tajabone, hay que pasar por un mes de ayuno. Su “Ramadán” fue un cáncer de mama metastásico, durante cinco años. En ese largo camino peregrinó por todos los paisajes: desde la negación ante la muerte, hasta la rendición final. 

No eligió el cáncer pero eligió como vivirlo.

Eligió irse en paz, ordenar sus cosas, vivir intensamente lo que le quedaba de vida y preparar su funeral. 

María Jose fue amiga, maestra, mujer luminosa, inteligente, honesta, sincera, humilde, que no iba de nada, con un fino humor negro.

Ha dejado una huella de humanidad. Mantuvo la capacidad de escuchar, de cuidar hasta el final.

Paseábamos juntas por la Fuente de la Bicha. En esas conversaciones, me mostró paisajes del alma que yo desconocía, porque los estaba traspasando y los describía con una lucidez desgarradora.

Cuando nos “confesábamos” era tan fuerte lo que escuchaba que trataba de separarme de su experiencia. Me decía a mí misma: “Ella está se está muriendo; yo soy quien la acompaña”. Pero, en realidad, ahora descubro que estábamos y estamos unidas por el vínculo de la impermanencia y del corazón.

Veo que las dos somos gotas del río Genil, ella va por delante, ya ha llegado al mar. Se ha convertido en océano, como decía el texto de Khalil Gibran.

María José me estaba cuidando en esos momentos, haciéndome el mayor regalo, enseñarme a morir: viviendo hasta el final.

Me mostró que morir es humano, que no es imprescindible ninguna religión. Fue una maestra en el proceso de duelo, en el despedirse de sus seres queridos y hasta de su propio cuerpo.

 

Un viejo chiste dice: «La religión es para aquellas personas que tienen miedo del infierno; la espiritualidad es para aquellas personas que han pasado por el infierno». Ella que era profundamente terrenal, atravesó el infierno, y a través de la belleza se abrió  a lo “otro”. 

Sin dejarse anestesiar por ninguna creencia, psicoterapia ni fármaco abrazó la muerte como antes había abrazado la vida, intensamente. Fue sostenida por el consuelo de la naturaleza, de los paseos por la montaña,  y por el nombre de Josu, que siempre la acompañaba.

En el proceso de morir es “normal” experimentar estados mentales angustiosos, incluyendo ira, agresividad, manía, depresión y delirio. Este ascenso es imprescindible para soltar la vida.

Josu supo estar ahí, presente a todo eso. Sin engancharse. Aceptando, rindiéndose. Escuchando, sintiendo su propio miedo. Cuidando. Contemplando en silencio. Abrazando. Enseñándonos como estar con los que mueren.

El eligió avanzar en el amor hasta el final.

Como buenos montañeros subieron, juntos, paso a paso, sufriendo y gozando. Hicieron cumbre. Él permaneció en el vacío. Ahora ella vuela alto. Ojalá ella vuelva encarnada en una cabra montesa, feliz en Sierra Nevada. Queremos que él baje a Granada.

Ella nos dejó preparados un puñado de poemas y la música de Tajabone

María Artacho Sánchez

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Esta entrada fue escrita porCentro María Zambrano

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